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La lluvia es purificadora no sólo para la tierra y nuestros cuerpos, sino también para el espíritu.
Cuando nos dejamos llevar por el ruido blanco natural de la lluvia, puede tranquilizarnos y relajarnos.
También bloquea otros ruidos que compiten por nuestra atención, de modo que podemos concentrarnos y crear, o descansar nuestros cerebros sobreestimulados.